Te empoderaste y estuvo buenísimo: un imprescindible y maravilloso paso evolutivo. Pero si ese es el techo, estamos fritos.
Porque te empoderaste en relación a….
…te empoderaste en relación a un hombre que aún no es HOMBRE; y lo hiciste tomando las mismas armas que a él lo aprisionan y lo atormentan (a vos, por tu naturaleza, te atormentan menos, pero igual esa no es tu posibilidad más alta).
Este trabajo es para que conectes con tu masculino interno -o masculino sagrado-.
Este masculino interno suele estar enterrado debajo de las identificaciones con tus primeras figuras masculinas, en el 95% de los casos, papá.
Y lo más común es que papá haya sido un hombre atrapado en el modelo, un hombre con la carga a cuestas, un hombre con sus emociones encerradas. En el mejor de los casos, un hombre amoroso, pero difícilmente un hombre conciente, que es lo que necesitaste (y lo que todo niño o niña necesitaría).
Hay un poder increíble adentro tuyo, el poder de la vida; vivir en ese poder, en esa fuerza, en esa solidez, en ese coraje, te puede permitir abrir el nivel de amor que viaja en vos, pero que muy probablemente solo se ponga en juego con tus hijos -muy probablemente, ni siquiera con vos misma-.
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Para que ese masculino interno pueda surgir, hace falta que disuelvas las memorias guardadas en tu cuerpo en relación a papá, ese primer modelo de hombre que estaba atrapado en un mandato, mandato que deforma la esencia masculina y a la cual hoy, gracias a la evolución, podemos acceder.
Ese modelo del que hablo, se sobre imprimió sobre tu masculino esencial, alejando la posibilidad de tu conexión fluida con él.
Junto con esto, también va a acontecer que proceses las memorias grabadas en tus células en relación a como mamá se relacionaba con ese hombre -EL MODELO DE RELACIÓN QUE SE GRABÓ EN VOS-. Mamá y papá, ambos alejados de sus naturalezas esenciales, no podían establecerse en el contacto con sus partes más verdaderas. Y la relación resultante, en lugar de brillar amor y conciencia, expresaba el dolor de sus heridas mutuas.
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En vos viaja un AMOR único. Y hasta que esa apertura no sea, también estás atrapada en un laberinto, atrapada en el mundo del hombre atrapado. Y para qué esa apertura sea, esa confianza, esa entrega, tiene que acontecer una de dos cosas y ambas se resumen a lo mismo: deberías poder conectar con el masculino sagrado. Y lo mejor que podría acontecer es que ese masculino sagrado sea el interno, el que llevas adentro. De tu masculino interno recibís la presencia, el apoyo, la protección, la firmeza y la solidez necesarias para permitirte esa apertura, ese florecimiento de todas tus capacidades y talentos, el poder permanecer en ese AMOR que sos; ese amor que es imprescindible para una vida sagrada en la Tierra.
Si el hombre viviera en el amor que es el hombre, automáticamente estarías habilitada para vivir en tu amor. Porque el amor del hombre -el amor firme, el amor sólido, el amor inalterable- protege el amor que es la mujer. Pero las cosas son como son, y siempre son perfectas: de esta forma tenes que conectar con tu propio masculino, con el masculino esencial. Porque ambos, HOMBRE y MUJER, estamos buscando deshaciéndonos de vieja carga y buscando nuestro lugar esencial, verdadero.
Y por supuesto que el contacto con el masculino interno y la sabiduría que sos como mujer, te habilitan el diafragma, esto es la capacidad de abrirte y cerrarte dependiendo de la frecuencia y de la apertura y de la cualidad energética de la persona que tenes enfrente. Pero más allá del grado de abierto/cerrado que elijas, siempre estás en estado de PRESENCIA.