escrito propio

LA PRÁCTICA MÁS DIFÍCIL

By 4 septiembre, 2025No Comments

LA PRÁCTICA MÁS DIFÍCIL

Hace unos 3 años estaba dando un Taller y me di cuenta que no tenemos ni idea de lo que es amarnos a nosotros mismos. Me llegó como un rayo, de la nada, seguramente a partir del comentario de alguien del grupo… tal vez a partir de observar cómo alguien se castigaba a través de esa vocecita interna (que todos escuchamos). Como sea, a partir de ese momento, sin tener mucha idea de cómo hacerlo, me puse a practicar. Me acuerdo que era bastante extraño hacerlo, la sensación totalmente real de que no tenía de donde ni de que agarrarme para emprender esta práctica de autoamor o de amor en mí (ni siquiera sabía muy bien cómo llamarla). Lo que hacía era aprovechar cuando me despertaba muy temprano al alba, me quedaba en la cama, juntaba mis manos e intentaba meterme en el tema, ya fuera a partir de las sensaciones en el cuerpo, o a partir de emociones, o (casi nunca) intentando visualizar algo. Pero como digo, era como nadar en el aire, por eso la llamé la práctica más difícil.

Porque además, en algún nivel, este amor por uno mismo, como es algo totalmente natural y obvio, se da por sentado; con lo cual, sin profundizar mucho, creemos que está… que es; pero en realidad, en el lugar donde debiera estar ese amor, con suerte, hay un agujero, un vacío.

Y digo con suerte, porque en realidad lo que suele ocurrir es que en ese lugar, o mejor dicho por encima de ese lugar, tapándolo, hay una voz que nos juzga, nos critica, nos castiga. Hay quienes llaman a esta voz el tirano o la tirana interna. Que es, ni más ni menos, que la interiorización de lo que nos decían nuestros padres (papá, mamá, o ambos) desde un lugar de una profunda inconsciencia (esto les fue dicho a ellos también, y no tuvieron la posibilidad de descargarlo). Y esto nos fue repetido una y otra vez, una y otra vez, como un latiguillo; y es dicho, además, con carga emocional. Imaginen… sintonicen… ábranse a sentir, la sorpresa y el dolor de un niño o una niña que por primera vez escucha algo hiriente de su padre o de su madre. Después, ese niño se insensibiliza (para protegerse del dolor); pero en lo profundo, va a creer en eso que dice papá o mamá, justamente porque son papá o mamá… hasta que termina diciéndoselo a sí mismo… adentro de su cabecita, en un diálogo interno automático y repetitivo.

Así, llevamos adentro esta instancia que nos juzga y nos critica, y que no vemos porque se nos codificó -grabó- en el cuerpo antes que el córtex prefrontal se pusiera en funciones, con lo cual cuando empezamos a escuchar, ya estaba presente = está naturalizada.

Por eso hincho tanto… repito y repito esto de sacar la carga de nuestro cuerpo. Porque eso es lo que todo lo cambia, cede la carga, se crea un espacio nuevo y en ese espacio nuevo nos hacemos concientes de cosas que antes no podíamos ver o sentir.

x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x x

Imaginate qué hermoso amarte a vos mismo, a vos misma. Amarte al punto de darte apoyo, de brindarte confianza, de darte aliento, de estimularte a intentarlo… a seguir, a poder; intentarlo a pesar de todo: no es hermoso? Al punto en qué, en los lugares en los que te “equivocas”, en vez de darte con un látigo, te abrazas y te felicitas solo por intentarlo, por haber dado lo mejor. Imaginate que sentís amor en vos simplemente por el hecho de ser, por el hecho de estar vivo, de poder percibirte y estar con vos mismo. Imaginate eso, imaginate amarte de esa forma en la cual vivís todo como un desarrollo evolutivo, como un deseo en acción, como lo que es en realidad: un juego, y no como pruebas que tenes que hacer perfectas. Imaginate celebrar tus logros, imaginate darte amor… sentir amor en vos.