CUANDO ERA NIÑO SENTÍA UNA INCREIBLE CONEXIÓN CON LA ENERGÍA,
PURA EXPANSIÓN.
PESE A VIVIR UNA SITUACIÓN MUY COMPLEJA EN MI CASA,
O TAL VEZ POR ESO MISMO…

(MUCHOS AÑOS DESPUÉS DESCUBRIRÍA QUE
SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE,
HABÍA UNA ENERGÍA QUE ME ACOMPAÑABA,
UNA PRESENCIA….)
Y ENTONCES PENSÉ QUE A TODOS LOS QUE NOS TOCA COMPLICADA
(¿SOMOS TODOS EN REALIDAD?)
NOS ACOMPAÑA ESA ENERGÍA DIVINA;
PERO NO ES EXTRAÑO QUE SEA ASI,
ESA ENERGÍA ES PARTE INDISOLUBLE DE NOSOTROS.

EL PUNTO ES QUE MI VIDA DESPUÉS SE FUE CERRANDO,
LA CONEXIÓN SE FUE PERDIENDO,
AL PUNTO QUE A LOS 22, 23 AÑOS,
ESCRIBÍ EN UN PAPELITO
UNA ORACIÓN, UNA PLEGARIA:
“DESANDAR TODAS LAS GRABACIONES QUE OPACARON MI SER”
(PORQUE ANHELABA CON TODAS MIS FUERZAS VOLVER A ESE ESTADO DE PURA EXPANSIÓN).

EN ESOS TÉRMINOS LO PUSE A LOS 22, 23;
TODAVÍA NO SABÍA QUE ESAS GRABACIONES SON EL DESAFÍO DE TODOS LOS QUE LLEGAMOS ACÁ.

Y CUANDO DIGO QUE MI VIDA ES UN VIAJE,
ES PORQUE TODO,
ABSOLUTAMENTE TODO,
ME FUE LLEVANDO
PARA QUE REALIZARA EL OBJETIVO
QUE ESCRIBÍ EN EL PAPELITO.
AÚN DANDO MUCHÍSIMAS VUELTAS,
PERDIÉNDOME DURANTE LARGOS RATOS,
SIEMPRE TODO CONSPIRÓ A FAVOR DE MI ANHELO.

Y HOY CASI ME ENCUENTRO
EN ESE ESTADO DEL QUE HABLABA HACE UN PAR DE AÑOS:
FELICIDAD INDETERMINADA

QUE ES FELICIDAD + UN PLUS,
COMO SI ESE ESTADO DE FELICIDAD
SE APOYARA EN UNA CONEXIÓN PROFUNDA CON EL INFINITO.
Y ESCRIBO INFINITO
PORQUE HAY ALGO ATEMPORAL EN LA EXPERIENCIA.

Siempre me maravilla la forma en que lo importante acontece: de la nada. Entonces la sensación es de aventura, la aventura de un viaje de autodescubrimiento, en el cual todo el tiempo ocurre lo que tiene que ocurrir….. exactamente eso que tiene que ocurrir. Y ocurre desde adentro, en un ritmo exacto. Y a esta altura del partido -61 y contando….- me sigue sorprendiendo. ¿De dónde sale? ¿De dónde viene? ¿Es todo un milagro? ¿Existe el afuera? ¿O en realidad el afuera es solo la escenificación de mi paisaje aventura interior?
Hace un par de semanas me venía sintiendo incómodo, retrospectivamente me di cuenta que empezó allá por madrid. El viaje había sido una maravilla, pero algo empezó a incomodar. Extrañaba, ya no me sentía expandido, me empezó a costar, etc. “Bueno, yo que se…. será que es así” (en este momento –y esto es algo importante en mi aventura, me puede costar más o me puede costar menos, pero siempre me dejo vivir hasta el fondo lo que me toca vivir, no lucho contra eso). Volví a buenos aires y una situación puntual me empezó a molestar. Pero no a molestar ahí afuera, movía algo bien profundo adentro mío. Y empecé a sentir la sensación tan conocida: no puedo, no voy a poder, estoy encerrado, sin salida. Había días que esto no estaba tan presente, pero la mayor parte de los días sí. Y mucho. Y sobre todo a la hora mágica: al despertar, en ese entresueño de estar todavía en la cama. Y era fuerte y bien intenso, pero qué iba a hacer?…. solo quedaba estar lo más presente posible en eso que, desde mi perspectiva, había salido “de la nada” (ahora mientras escribo, me doy cuenta que tenía total sentido lo que estaba viviendo: volvía de un viaje poderoso, y volvía al lugar en el que nací y me crie; es decir el lugar en el que se gestó el encierro, el sin salida, la impotencia de tener que masticarme mi bronca y mi dolor solito). Y en todo esto haba una situación externa, pero lo fundamental ya era lo que se despertaba en mí. Y apareció, desde la desesperación del no poder, un fuerte reclamo a mi mujer (la situación original no era con ella): ayudame! Claro, el pedido no era un pedido de tiempo presente, objetivo, claro; era una exigencia a la desesperada, con bronca, con impotencia, con enojo, con toda la carga de lo viejo. (Y el día previo a lo que voy a relatar ya había más claridad.) Al otro día me desperté… jueves, todavía de las vacaciones, 5 de la mañana. Y salté de la cama sabiendo: “tengo que ir a respirar”. Y a respirar fui…. Y me pegué el viaje más viaje de todos los que me tocaron hasta ahora (y hubo tantosssss….). Pero este fue mucho, por la potencia que me permitió ver, de lleno, la posición subjetiva; en la cual todavía algo mío vivía refugiado en lo femenino, en el cual todavía un lugar muy nuclear se quedaba adentro de mamá porque afuera todo era peligro, afuera papá sádico papá violento. Y ese adentro tan tentador, esa mamá refugio me condenaba a no poder, a solo aguantar, a solo sobrevivir. Y fue maravilloso, fue lo justo y necesario, quedarme “atrapado” ahí adentro como mecanismo de supervivencia; fue maravilloso porque me trajo hasta acá: VIVO y eso es todo (está claro que fui, capa por capa, saliendo de la telaraña; pero acá parecía estar enfrentándome al núcleo del mecanismo). Hasta ese exacto momento en que surgió el grito del alma: no tengo ni idea, lo más probable es que muera en el desierto de ahí afuera (en ese momento el miedo de ir más allá de lo conocido era fuertísimo), pero no me importa nada: salgo…. a morir si hace falta, pero ya no es más acá adentro…. en este refugio ya estoy muerto de la peor muerte: la no vida.
Y sentí la potencia de la potencia de la potencia. El ir más allá del control de lo conocido. La vida pura vida. Marte. Fuego. Y así salí a la vida. Y nada cambió, pero todo cambió. Y mientras salía al desierto me di cuenta que casi todos los hombres todavía estamos satisfaciendo, complaciendo, consolando, contentando, cuidando, a mamá. Y que esa es una carga tremenda, una tentación tremenda; porque ahí somos queridos -no amados, queridos-. Y me di cuenta que esa es la última frontera para un hombre. Porque solo liberándonos de esta carga podemos ser nosotros e ir realmente por nuestro deseo.